BARRERAS URBANAS Juan M. Berdeja Maldonado (Bon Squid) en colaboración con Mauricio Sosa, Lourdes González y Fernanda Orozco
¿Quién no ha percibido la hostilidad que representan ciertas zonas de su ciudad? Aquellos espacios que no nos permiten cruzarlos de manera sencilla, que son difíciles de acceder, que no cuentan con la infraestructura adecuada para el tránsito de todos y todas quienes hacemos uso de dichos espacios.
Las barreras urbanas, tales como los anillos periféricos, los circuitos interiores, la ilegibilidad del sistema de transporte de la ciudad, el que no existan servicios de iluminación, entre muchos otros imposibilita el desarrollo de comunicación entre distintos usuarios del espacio público, sectores poblacionales, zonas de la ciudad, etc., con respecto a los traslados cotidianos y relaciones sociales, comerciales, ambientales, entre otras, a causa de elementos que no permiten transitar de manera segura, cómoda, accesible o libre en el territorio. La formación que esta situación provoca es denominada BORDE URBANO por Kevin Lynch en su libro “Imagen de la Ciudad”, así mismo, existen barreras intangibles como son cuestiones de creencias sociales, culturales y políticas que muchas veces acompañan a estas barreras físicas en su existir.
De acuerdo con Lynch: “Un borde urbano es, un elemento lineal que se percibe como una barrera para la ciudad. Los bordes no solo no sirven para desplazarse, sino que limitan la movilidad de las personas. Se trata de líneas como muros, vallas, vías ferroviarias, límites de desarrollos, barrancos, ríos, costas, fronteras políticas…” (Lynch, 1959). Las barreras urbanas limitan las acciones que una persona puede realizar dentro del territorio debido a la segregación de ciertos sectores, incomunicados entre sí. Esta problemática se refleja en aspectos como la movilidad, así como otros aspectos sociales, culturales, económicos y ambientales.
Existen barreras físicas naturales, urbanas, arquitectónicas y en el transporte, como son los ríos y barrancas, las vialidades de acceso controlado, los edificios que no cuentan con un diseño incluyente y el caso de las unidades de transporte con escalones, que dificultan la movilidad de las personas, las primeras dentro del territorio, las segundas en los espacios públicos, la tercera dentro de los edificios y las cuartas en el sistema de movilidad de la ciudad.
Al pensar en las distintas barreras que han detectado en su ciudad y que se enfrentan en su día a día, su transformación con relación al crecimiento de la infancia a la adultez o incluso al envejecimiento, a situaciones físicas como el cansancio, lesiones físicas o simplemente por el deterioro de los materiales donde carece de mantenimiento por parte las autoridades a cargo.
En la mayoría de nuestras ciudades existen vialidades circundantes conocidas como Periférico, las cuales fueron planeadas para darle fluidez al tránsito vehicular, sin embargo, fueron implementadas sin tomar en consideración al resto de los actores de la vía pública como lo son: peatones, usuarios del transporte público, ciclistas, e incluso usuarios a caballo o acompañados de ganado en zonas rurales que ven restringido su paso debido a las características físicas del sitio que no incluyeron en el diseño la infraestructura adecuada para el tránsito de todos y todas las usuarias, así mismo pasa en cuestiones de biodiversidad y con el agua. Sucede lo mismo con los distribuidores viales construidos para reducir los niveles de congestión a expensas de los demás usuarios. Tanto ejes viales como recreativos generan espacios que además de dificultar el acceso traen consigo problemas ambientales, sociales y de seguridad vial.
Algunas de las características de que carecen ciertos espacios pueden ser la inexistencia de espacios peatonales de calidad y seguros, la falta de infraestructura ciclista, la actual operación del sistema de transporte público colectivo desde el esquema hombre- camión, las paradas de transporte, el tipo de unidades que prestan el servicio, entre otras muchas cosas son problemas a los que nos enfrentamos a diario y que limitan la movilidad de las personas en la ciudad, volviéndose barreras cotidianas que normalizamos y no se visualizan como carencias que deberían de estar siendo atendidas por las administraciones en turno.
Focalicemos nuestra visión en la falta de banquetas como una barrera y
En el caso específico de las banquetas Anastasia Loukaitou-Reina Ehrenfeucht presenta una definición en el libro de Where the sidewalks stars: “las banquetas son sencillas, son piezas estandarizadas de concreto gris que se colocan entre los carriles de circulación y los edificios, su apariencia común desmiente su importancia e historia como partes únicas pero integrales de la vida urbana y de la calles, las banquetas son un terreno comercial para comerciantes y vendedores, un lugar de ocio para los viandantes, un refugio para los desamparados, un lugar para la convivencia cotidiana de personas, un espacio para el debate y la protesta de activistas políticos, un bosque urbano para los ecologistas. Las banquetas han albergado una gran cantidad de usos sociales, económicos y políticos y han sido parte integral de una democracia impugnada” (Loukaitou Anastasia, 2011).
Al considerar las distintas actividades que una banqueta genera en el entorno donde se encuentra, tiene una afectación directa a los diversos tipos de actividades que dentro de estas se desarrollan, causando problemas sociales, económicos, ambientales, políticos, de salud, seguridad pública entre otros, generando así un impacto en los presupuestos de las ciudades para atender todas estas carencias.
Para profundizar más al respecto, comencemos a analizar la falta de un diseño que cuente con criterios de accesibilidad universal, el cual no incluye dentro del espacio a los sectores con discapacidad y aquellos grupos vulnerables, que viven el diseño de las ciudades bajo una ergonomía que no les ha tomado en cuenta y que imposibilita en muchos casos el que puedan movilizarse de manera libre e independiente.
En el libro DisCapacitados escrito por Marta Allué, un anecdotario en acompañamiento de una persona con discapacidad motora por Cataluña, muestran los efectos que tienen estas barreras en la vida diaria de una persona con discapacidad y cómo estas van generando segregación social a ciertos sectores poblacionales. En las páginas de dicho libro, se narra las travesías que tiene que pasar Francisco para trasladarse pensando que una barrera, no es más que “el egoísmo de la gente” y eso es debido a todas las barreras físicas urbanas que se encuentra en sus traslados diarios, como son las rampas mal diseñadas, la poca accesibilidad con que cuentan los comercios e inconciencia de las demás personas que parecen no entender los señalamientos y la infraestructura (Marta, 2003).
Analicemos las barreras desde otra arista y pensemos en las 68 lenguas indígenas existentes en nuestro país, ¿Qué cantidad de información encontramos en los espacios que puedan ayudar a que cualquier persona hablante de una lengua distinta al español pueda entender la ciudad?, si bien tenemos mucha información enfocada a la atención de los turistas, es poca la que se tiene para atender a los pueblos indígenas de nuestro territorio, se debe admitir que se han buscado soluciones al respecto y es por eso que surge la iconografía que indican las estaciones del transporte público en algunas ciudades, pero existe poco o nada con relación a otras soluciones al respecto.
El mismo caso lo sufren las personas que tienen problemas de lenguaje, como son las personas disléxicas, a cuantas barreras se enfrentan durante el día a día, las personas con discapacidad visual, enfermedades mentales, y un sinfín de sectores distintos.
Alguna vez se han preguntado, ¿cuál es el discurso de que tiene su ciudad?, ¿qué es lo que ésta transmite a cada una de los seres que transitan en ella?, ¿Cuál es el lenguaje que maneja?, ¿Quiénes pueden entender este discurso?
En este sentido, me gustaría retomar lo que Saskia Sassen escribió en un ensayo titulado “Habla Ciudad”, en el cual dice que el habla de la ciudad, es una capacidad urbana: “la capacidad de alterar, de dar forma, de provocar, de invitar, todo siguiendo la lógica que busca mejorar y proteger la complejidad y la condición de ser siempre incompleta de la ciudad” (Saskia, 2019). Por lo cual, la existencia de estas barreras que generan desigualdad impide el que la ciudad hable y no le permiten generar un discurso que englobe a todas las personas que habitan en dicha ciudad. Es así como las barreras no les permiten a nuestras ciudades que fluyan y que generen procesos colectivos que ayudan a darles voz y visualizar a los sectores que carecen de voz y poder dentro de la sociedad en que vivimos.
El discurso que tiene nuestra ciudad debe de ser recibido por todos y todas quienes viven día a día en los espacios, es un mensaje que debe de ser claro y conciso, debe ser incluyente, debe de romper las barreras de la comunicación para que de esta forma podamos entender lo que la ciudad nos dice y volvernos parte de dicho discurso.
Es importante reconocer estas barreras con el fin de impulsar soluciones en lo posible, generando ciudades más amables con sus habitantes y el medio ambiente, pensado en la diversidad poblacional que en ellas residen, para obtener espacios donde flora, fauna, agua y demás habitantes puedan convivir en armonía y sin problemas para cumplir su función en el sistema que todos conocemos como ciudad.
Existen barreras naturales que en algunos sitios las han transformado a barreras urbanas, y estas no desaparecen, siguen en el mismo sitio pero lamentablemente se han convertido en ríos entubados, barrancas que se han llenado con cascajo, lagos que se han drenado, entre otros casos y muchas veces se considera que dejan de serlo, sin embargo, muchas veces llegan nuevos asentamientos a esas zonas y se enfrentan a distintos riesgos en las zonas, acrecentando los niveles de desigualdad y generando un crecimiento urbano que pone en peligro la integridad de las personas y el medio ambiente.
Debemos tener presentes todos los tipos de barreras existentes al diseñar nuevas herramientas de planeación y procesos de urbanización para disminuir los índices de segregación social, mejorar la cobertura de los sistemas de movilidad, integrar de manera adecuada los proyectos y construir ciudades que tomen en cuenta las necesidades de todas las personas y habitantes del espacio que confluyen en ellas.
Bibliografía
Loukaitou Anastasia, E. R. (2011). Sidewalks Conflict and Negotation over Public Space. Lynch, K. (1959).
La imagen de la ciudad. Buenos Aires: Infinito. Marta, A. (2003).
Discapacitados: La reivindicación de la igualdad en la diferencia. Bellaterra. Saskia, S. (2019). Habla Ciudad. En Habla Ciudad.