25 Feb

La enseñanza de la arquitectura en México; segunda parte. Equipo Editorial AGENCIA 

En esta segunda entrega de las reflexiones realizadas sobre la forma en la que se enseña y aprende la disciplina de la arquitectura en México, se explora una alternativa para lograr el mejoramiento de la situación planteada en la primera entrega de este artículo. 

Retomando un poco, cavilamos sobre la práctica de combinar la teoría con la historia y estudiarlas como materias adjuntas o complementarias pero poco asociadas con el ejercicio de la proyección, omitiendo ver a la historia como un marco de estímulos que dieron forma a las obras importantes de su tiempo y éstas a su vez regresaban una forma de habitar en el espacio, creando un bucle recursivo con la sociedad que ocupaba estos objetos arquitectónicos, y a la teoría como una herramienta práctica para la especulación y la conciencia sobre la toma de decisiones por parte del arquitecto con los recursos y las implicaciones de su actuar desde la pre-configuración hasta el envejecimiento de su obra. 

Reflexionamos sobre la tendencia de las universidades a mantener programas académicos atrapados en el clientelismo que no se adaptan a las demandas de una nueva sociedad y se basan en paradigmas del siglo pasado, fomentando fuertemente la figura del arquitecto constructor como la única meritoria y ganada a través de la titulación y capitalización económica sobre clientes, trabajadores y contextos, dando el derecho a profesores de mantener una enseñanza hegemónica sobre los pasivos estudiantes.           

Esto tiene una relación directa con el hecho de que las universidades fomenten las organizaciones estudiantiles solamente por sus implicaciones políticas y de intercomunicación con las autoridades institucionales, mas no como verdaderas comunidades de retroalimentación intelectual y recurso humano que generen una agencia y eliminen los pensamientos pasivos de incapacidad de propuesta y dependencia al uso sugerido de infraestructuras en sus sedes.

A pesar de esto y de manera independiente, los estudiantes están encontrando formas de complementar sus estudios en comunidades virtuales y de educación no formal mediante diplomados, cursos y talleres que erigen un escenario tripartito. 

  • En principio el uso de la tecnología como un recurso lúdico utilizado principalmente para la representación, de una manera que en el ambiente laboral no se utiliza de forma universal, es decir; el alumno aprende el manejo de softwares para la representación hiperrealista de sus proyectos, sólo para resaltar postales o virtudes aisladas de sus diseños o incluso (sin generalizar) para el engaño mediante la manipulación de los elementos espaciales para favorecer una percepción errónea de éstos, aplicando recursos que no siempre vuelven a utilizar de forma profesional y nunca para el proceso creativo en sí.
  • El segundo, de forma general los alumnos perciben los conocimientos obtenidos en diplomados y comunidades virtuales, como superiores en calidad a los conocimientos provenientes de su universidad a pesar de lo competitivas que puedan ser sus instalaciones. Hecho que en realidad es cierto, en algunos aspectos.
  • El tercero es la creencia en el cuerpo académico que el uso y desarrollo de inteligencia artificial está supliendo muchas de las actividades que al día de hoy corren por responsabilidad humana y tienen su valía en la inscripción de la ética social.

Lo que este escenario evidencia es que a las universidades se les está escurriendo entre los dedos la capacidad de concentrar la masa intelectual de la sociedad en la manera que les ha dado su nombre per sé, de forma “universal”. 

Pese a esto, si revisamos los planes de cooperación internacional, sobre los que deben alinearse programas y proyectos de desarrollo, observaremos que los indicadores certificados de formación académica son necesarios, esto tiene su base en que sirven para que un profesional, aunque sea artista creador, técnico o investigador, debe poseer la capacidad de plantearse objetivos operativos y estructurar sus ideas para exponerlas por escrito y sustentarlas ante el debate crítico internacional, habilidades que en presunción se obtienen en la academia y se expresan en la generación de tesis de titulación. 

Nos topamos entonces con un problema muy serio, ya que los estudiantes mexicanos que optan por una educación no formal, porque les es de mayor beneficio personal. Están careciendo de la capacidad de alinearse a los planes de cooperación internacional, llevando al país a un aislamiento que no es responsabilidad enteramente de la política de relaciones exteriores ni del uso de la tecnología para lograr esas metas. 

¿Cómo proteger a las universidades ante un contexto donde la formación ajena a ellas puede y es bien aprovechada por los alumnos para obtener información que les es útil para sus intereses y provecho personal-profesional? 

¿Cómo utilizar a la tecnología digital (herramienta indiscutible de nuestros tiempos) para posicionar a los arquitectos mexicanos como valiosos en el marco de prioridades globales?           

Se propone aquí una alternativa: Utilizar la tecnología digital para empoderar a la comunidad estudiantil mediante la capitalización de ésta como recurso humano intelectual albergado en las universidades.

Surge el pensamiento: “la tecnología digital ya forma parte de los programas de aprendizaje”, se atiende a manera de adiestramiento técnico sobre el manejo de las interfaces de softwares que ayudan a acelerar y controlar los procesos de edificación de objetos arquitectónicos. Sin embargo, muchos de estos softwares en un marco internacional están obsoletos, y los que no funcionan meramente para esta finalidad son aprendidos como ya se mencionó, de manera independiente por los alumnos sosteniendo un sub-mercado académico. Además, al no tener aplicación en el mundo profesional, se terminan considerando estos programas de diseño como una actividad lúdica exclusiva de jóvenes entusiastas digitales dentro del ambiente académico.           

En respuesta a esto pueden adoptarse otros softwares cuya finalidad no sea facilitar los proyectos ejecutivos, para enriquecer en el alumno las capacidades de especulación y creatividad, erogar conocimiento más allá de la práctica tradicional y enfocarse en las posibilidades inexploradas para posteriormente aterrizar las propuestas en composiciones innovadoras. Potencializar el diseño con softwares adecuados para ello y eventualmente democratizarlos erradicando la percepción de que el diseño no puede ser realizado en hardware.         

Una vez que el alumno posee la habilidad de diseñar y trabajar en estas interfaces, incentivar que genere propuestas de uso combinado de plataformas digitales de diseño en procesos de un orden específico con el fin de mejorar el proyecto.           

Incentivar que proponga y ensaye su propuesta para definir objetivos, que diseñe en función de las demandas habitables de los usuarios en participación con ellos, que vincule los procesos de desarrollo entre las personas de un equipo de trabajo, que implemente las pre-configuraciones y además establezca procesos secundarios y post-ejecutivos que le permitan obtener métricas de impacto para una retroalimentación, utilizando la combinación de softwares de su preferencia, garantizando así la presencia del agente humano en el diseño sobre la inteligencia artificial.   

En otras palabras, incentivar la creación del concepto “Workflow” en las comunidades universitarias para que éstas obtengan un poder de agencia proactiva en su institución, a su vez, empoderando así al alumno. Las universidades tendrán la justificación ideal para elevar el nivel educativo y vencer al clientelismo, ya que su capital estaría en parte en sus propios alumnos. 

Los medios con los que las universidades actualmente cuentan, permiten utilizar a la tecnología digital como una herramienta e interfaz para actualizar y mejorar los resultados de sus programas sin verse sobrepasadas con la implementación o adecuaciones en sus infraestructuras. 

Considerando al diseño como un proceso de investigación y el workflow como un aporte metodológico que es capaz de implementarse de manera internacional, se puede mantener colaboración con la formación extracurricular de diplomados externos que han demostrado su potencial para que los alumnos obtengan conocimientos puntuales de su preferencia sin invertir largos periodos de tiempo y recursos. Si ellos adaptan esos conocimientos a su workflow, podrán crear sus perfiles competitivos especializados con intereses personales-profesionales en función de los contextos en los que se desenvuelven, acciones que realizan actualmente de forma intuitiva, pero al margen de una entidad que pueda reconocer estos procesos, consolidarlos, desarrollarlos y certificarlos académicamente.           

Estas aportaciones provenientes de la misma comunidad universitaria tendrían la capacidad de retroalimentar a los programas y enriquecerlos, favoreciendo la horizontalidad en el taller, se democratizaría así la educación posicionando al arquitecto egresado como un profesional que puede auto gestionarse, con un valor para ofrecer y competir en un marco de globalización.

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