Quienes habitamos la Ciudad de México sobrevivimos entre smog, grandes avenidas, transporte público y gente por doquier. Transitamos, deambulamos y recorremos cada día un espacio que la cotidianeidad ya ha vuelto invisible. No falta la manifestación, el accidente vial, la nueva obra pública en construcción y la negligencia del transporte público. La ciudad de México es caos y quien la habita un sobreviviente y actor del mismo drama.
Vivimos el tráfico, de estrés y ansiedad por recorrer en mucho tiempo un breve trayecto o un largo trayecto en aun mucho más tiempo, no hace mucho sentido cómo esta ciudad es tan breve y tan inmensa y cómo es que a pesar de ese caos sigue siendo una de las ciudades más pobladas del mundo.
Hay zonas donde sólo se trabaja y donde solo se vive y que al mismo tiempo son una mezcla resultante de la suma de ambas en diferentes intensidades, puesto que cada una de ellas necesita dar soluciones a las necesidades de quienes la ocupan. Ninguna es exclusivamente de trabajo ni de vivienda.
Cuánto sufrimos a la ciudad y qué tan poco la disfrutamos.
Parece otra ciudad la que se vive desde la ventana que da hacia la calle, desde adentro de la casa con vista hacia donde parece que siempre es lo mismo pero en donde realmente transitan tantas historias como personas.
Fraccionamiento, Unidad Habitacional, colonia, pueblo, barrio… y muchas otras denominaciones dan sentido y caracterizan el espacio que habitamos en conjuntos, cada una de ellas nombradas de tal manera según sus características formales específicas, por otro lado, son otras particularidades que, por Historia, dotan al espacio de un sentido propio, auténtico e inconfundible. De este modo la ciudad, a cada paso, no sólo es escenario de rutinas de supervivencia sino también espejo en donde se refleja todo aquello que ha formado a cada uno de sus habitantes: sus historias familiares, sus espacios habitables, la vida en comunidad y sus raíces.
El caos que provoca la fiesta patronal del Barrio de la Magdalena en Culhuacán, ocasionando el parcial cierre de Avenida Taxqueña será poco molesto a quienes transitan el camino, puesto que, se reconoce la fecha probable de celebración, así como la “emoción” que provoca la fiesta y si se habita ése barrio, correrá un aire de orgullo y engrandecimiento por pertenecer al barrio que arma la fiesta más grande en Culhuacán. Sentimientos nada parecidos a los que se perciben si un automovilista choca con un micro busero y hay un cierre en la circulación sobre la misma avenida...
Es cada vez más común escuchar con gran nostalgia frases que evocan un pasado lejano mientras se contempla algún elemento de la ciudad que ahora ya no existe, casi con tristeza. Sin embargo la memoria persiste y es a partir de ella que la continuidad de acciones realizadas en cierto espacio dota de identidad al mismo. Algún día nadie más recordará ese espacio y será a entonces que desaparezca.
Quienes habitamos la Ciudad de México vivimos entre memorias compartidas, historias que han creado tradiciones y que se expresan en costumbres, en la cotidianeidad, que podemos apreciar dentro de casa, por la ventana y que somos conscientes del gran valor que tiene el espacio que habitamos sólo si somos capaz de volver hacia atrás.
Fecha De Creación 1580 Periodo 1500 D.C. - 1699 D.C. Tipo De Artículo Plano, Mapa Descripción Física 70 X 54 Cm. Soporte: ¿Fibra De Maguey? Institución: Benson Latin American Collection The University Of Texas At Austin.
En sombreado se presenta la misma zona que alude la RG de Culhuacán.
Reconocer cada uno de los elementos que conforman el espacio que habitamos es reconocernos a nosotros mismos siendo parte de “algo”.
Sólo como un ejemplo, Culhuacán resulta ser uno de los más de 100 pueblos y barrios de la CDMX, hoy, en su territorialidad que, se extiende aún más de la división política por alcaldías (entre Iztapalapa y Coyoacán) la memoria colectiva es quien resignifica cada uno de los espacios aun cuando han sido modificados de manera considerable, no sólo cambiando el paisaje sino el sentido del espacio. La modernidad o las necesidades contemporáneas, principalmente de movilidad, en respuesta a la expansión de la ciudad hacia todos lados, ha provocado que aquellos lugares que eran las orillas de la ciudad ahora se conviertan en espacios liminales pero no por ello menos importantes sino aún más relevantes en la vida cotidiana de quienes lo habitan y quienes transitan de manera continua.
Hoy Culhuacán existe, como muchos otros puntos en la Ciudad de México haciendo frente a la modernidad de los 2000, con una línea nueva de Metrobús que conecta Xochimilco con Rio de los Remedios y desconecta los barrios entre sí, y que a la vez interrumpe el camino, que llegó quizá desde el siglo XVII a consolidarse como un camino procesional entre barrio y barrio. Es entonces que el MB y la circulación vehicular debe detenerse justo en la estación de Calzada Taxqueña para dejar el libre paso a los vecinos que gustosos y en compañía de música, caballos, danzas y sus santos deben cruzar la avenida, Eje 3, para poder continuar con el camino marcado con cruces de piedra, allá en la calle Morelos, que se prolonga varias cuadras desde el ex convento de Culhuacán, cruzando también la avenida Tláhuac, por debajo de la línea dorada del STCMetro, que sigue por una calle en parte empedrada, llegando a la Cruz de piedra de San Antonio Culhuacán y avanzando hasta este punto del Metrobús y continuando hacia el Barrio de la Magdalena y más allá.
El ruido de los autos, camiones de carga, el Metrobús se conjuga en un interesante juego con el galope de los caballos, las campanillas que anuncian el pasar de un santo, con la música de la banda y la explosión de la pirotecnia.
Lo cotidiano se interrumpe con la tradición a pesar de que la tradición ya haya sido quebrantada por el paso de la vida de todos los demás, de los otros, de quienes sólo van de paso y nada saben de qué es lo que realmente pasa aquí.
En Culhuacán, al menos una vez al mes alguna comparsa ronda la calle de Morelos, cruza avenidas y la pirotecnia persiste a medio día, a media noche y cuando la procesión se acerca y se aleja, festividad que, en suma a alguna reunión familiar que cierra calles al colocar carpas y tarimas para el conjunto musical altera el orden cotidiano del tránsito vehicular pero alegra el espacio peatonal y doméstico.
Intentamos vivir en una ciudad que se ha construido sobre espacios que no corresponden a ésta era, pasando por alto las cualidades físicas del sitio y también de las características intangibles pero que dotan de sentido y particularidad el modo en que se vive la ciudad. Culhuacán ha sido sólo un ejemplo de la tradición viva porque aún existen familias extensas en sus propiedades que han pasado por generaciones, los vecinos se reconocen y crean comunidad, muchos de los adultos mayores han pasado toda su vida aquí y han sido testigos de la transformación de su comunidad, de cómo, para bien y para otros males todo ha cambiado. Es curioso escuchar como los días de tianguis aún se dice “allá en México” o se refieran a ir a Culhuacán como otro centro cuando se encuentra sólo a unas cuadras de distancia.
La rutina diaria de ciudad nos aleja de la conciencia que tenemos sobre el espacio de habitamos, sobre las relaciones con los demás y nuestra conexión con la historia, no sólo aquella historia formal de libro de texto sino con la historicidad de los espacios, de la vida cotidiana y cómo ello va en relación con nuestra propia historia.
Transitamos y sobrevivimos la ciudad, una ciudad hecha del caos, proyectada y prefigurada para dar solución a problemas y necesidades contemporáneas pero que, entre la presentación de estas “soluciones” borra toda memoria, irrumpe con lo que da sentido a los demás y deja sin voz a quienes son diferentes a los que no habitan ahí. Ésta ciudad tendrá tantas historias como habitantes y tantas de estas historias sobrevivirán en cuanto los lugares y las memorias persistan.
Acerca de la Autora.
Diana Méndez T.
Investigadora independiente y mamá. Interesada en la Arquitectura y la historiografía y las problemáticas sociales contemporánea locales. Ha realizado investigaciones que transitan entre la historia, el arte y la arquitectura, cuestionando y reformulando una metodología propia para el estudio de casos. El trabajo en campo y la Historia oral han sido guía metodológica para la elaboración de investigaciones presentadas en foros a nivel nacional e internacional. Maestra en Arquitectura por la Universidad Nacional Autónoma de México, Especialista en Historia del Arte, UNAM. Licenciada en Historia y Estudios en Trabajo Social.