Ilustración 1: Vista desde el Cerro del Borrego del centro histórico de Orizaba, Veracruz. El centro histórico fue decretado como Zona de Monumentos Históricos en 1985 y Pueblo Mágico en 2015. Foto: Samuel Cárdenas García.
Se puede casi asegurar que la más grande muestra (por escala) cultural de la humanidad son nuestros asentamientos, muestras físicas de como modificamos el entorno natural para poder establecernos. Hacemos acto de apropiación de la geografía del sitio para aprovechar sus recursos, lo que implica un acto de conocimiento en el dominio del entorno, para hacer uso de estos y a su vez transformarlos para poder producir espacios habitables, lo que terminó consolidando nuestra cualidad sedentaria.
Por lo tanto, el fenómeno urbano-arquitectónico es muestra material de la cultura de cada grupo social y cada uno de los asentamientos respondía a las características del sitio. Sin entrar a mayor detalle de la historia del urbanismo, solo quiero rescatar que la traza, morfología, infraestructura, materiales constructivos, los géneros arquitectónicos, entre otros elementos; van a ser evidencia cultural y por la capacidad de permanencia en el tiempo, evidencia histórica. Si bien a partir del siglo XIX con la revolución industrial y en el siglo XX el avance tecnológico, permitió deslumbrar una nueva manera de producción en la construcción, acortó los tiempos de obra, la escala, la tipología, incluso las actividades económicas… es decir definieron una nueva forma de producir los espacios habitables; ahora nuestros asentamientos están pensados desde la perspectiva de la producción industrial, remplazando la manufactura de lo “artesanal”. De igual manera el nuevo aliciente de la producción y la idea de globalización, homogeneizaron nuestros asentamientos, borrando poco a poco las particularidades que cada cultura le imprimía a sus ciudades.
La ahora denominada ciudad antigua, hace resistencia a las nuevas dinámicas de producción y al acelerado crecimiento, quedando a su suerte, perdiéndose ya sea por acción humana o por la naturaleza, mientras otros corren con mejor fortuna permitiéndoles en cierto modo su conservación. Y llegamos al presente, la ciudad global es nuestro entorno, la homogeneidad del concreto, acero y cristal, es nuestra cotidianidad. Al interior de nuestras ciudades quedan huellas de aquella ciudad de la que al inicio hablamos, a partir de la ola del desarrollo, donde el pasado ya no define nuestro presente, ahora nos proponemos a mirar hacia el futuro (González-Varas Ibáñez, 2014), los vestigios quedan a modo de memoria de hechos históricos o afectivos llenándolos de sentido simbólico lo cual va dando paso al reconocimiento de un patrimonio.
El sentido de la existencia del patrimonio está sustentado por la historicidad, estética, la lógica de la escasez y la particularidad, reconociendo la diferencia entre culturas y al mismo tiempo, de la riqueza y la diversidad, es decir nos ayuda a identificarnos al interior con el designio del estado nación al que pertenecemos y a diferenciarnos de otros países y culturas. Los espacios urbanos y arquitectónicos históricos llaman nuestra atención debido a la experiencia de conocer el pasado y de conocer sobre la cultura del sitio al que se va, por lo cual los cascos antiguos o ya conceptualizados como centros históricos, definen un polígono donde la experiencia es cultural atrayendo a visitantes locales e internacionales.
El turismo y la cultura del consumo de la cultura
El turismo actualmente tiene un apogeo gracias al avance tecnológico de los sistemas de transporte e infraestructura, lo cual le permite posicionarse como una actividad de talla global. De la mano de los avances tecnológicos, las políticas globales actuales han ayudado al desvanecimiento de las fronteras entre países lo cual, han facilitado el desplazamiento de población y a la cultura del des anclaje (Hiernaux - Nicolas, 2002), ayudando al mercado turístico en la recepción de turistas tanto nacionales como internacionales.
El turismo se debe entender más allá de una actividad económica para trabajarlo como un “inductor de actividades económicas, al ofrecer bienes y servicios en función de la demanda turística” (Hiernaux - Nicolas, 2002), por lo que se ha posicionado como uno de los mercados más redituables a nivel global. Los destinos bajo la promesa de la derrama económica recurren a sus recursos naturales y culturales para ofertarlos para el gozo del turista.
Para México, el turismo representa la tercera fuente de divisas y cada vez más se busca impulsarlo para posicionar a México como uno de los principales destinos turísticos a nivel internacional. Como lo señala Sonia Lombardo, desde la década de 1930 el estado reconoce que el patrimonio cultural tiene un potencial redituable para el mercado turístico que, con los modelos neoliberales, el estado y el capital privado, forman un binomio en la construcción de la imagen de México como destino turístico, con una amplia riqueza en los destinos de sol y playa, también con una riqueza cultural que complementa la experiencia de conocer México.
México ocupa el séptimo lugar a nivel mundial y el primero en América, con más sitios declarados patrimonio de la humanidad por UNESCO e identificado como uno de los países con una cultura viva rica en tradiciones, lo cual es aprovechado como recurso para abrir a México en el mercado del turismo cultural (UNESCO, 2019).
Ilustración 2: Vista de la masificación de turistas un fin de semana en calle peatonal del centro histórico del pueblo mágico de Bernal, Querétaro. Foto: Samuel Cárdenas García.
Turista y destino entran en una mecánica de cotejo de poder, por un lado, el turista trae las expectativas de lo que quiere ver y consumir, todo lo que ha investigado previo a realizar su viaje, al mismo tiempo que, a pesar de querer vivir la experiencia cultural de conocer no está dispuesto a salir totalmente de su estado de confort, va a solicitar un conjunto de instalaciones como hospedaje, tiendas, restaurantes, que le van a dar la tranquilidad de la familiaridad de espacios de los cuales está habituado de su lugar de origen. Por el otro lado está el destino receptor, autoridades locales hacen selección de todo el repertorio cultural que le puede ser útil como recurso turístico, aquellos elementos que tienen el potencial de satisfacer las demandas del turista, del mismo modo crea un polígono de actuación dotando de infraestructura, equipamiento e higienización donde de forma virtual el turista puede acceder sin lidiar con las problemáticas del lugar, para no romper con el montaje con el que viene mentalizado el turista.
Si bien el turismo se presenta como una oportunidad de desarrollo, cuando esta rebaza al destino receptor se convierte en una amenaza, principalmente esto pasa en los destinos pequeños aquellos que llegamos a reconocer aún como pueblos, las ciudades no escapan de la masificación, casos como Barcelona o Venecia son muestras de como el turismo ha superado la capacidad del sitio. Las experiencias turísticas cada vez se van especializando y el mercado reacciona a estas nuevas demandas, encontrando nuevas vías para satisfacer al turista que cada vez son más exigentes de sus experiencias, comprometiendo las dinámicas culturales locales que en un principio eran los recursos atractivos del lugar, para dar lugar a las adaptaciones de las nuevas demandas, provocando un proceso de globalización y urbanización de los destinos.
Todas las adaptaciones turísticas convierten al destino en un montaje, una ilusión de la realidad, un eterno carnaval donde la población entra en el mercado, prestando servicios en las atracciones, montado espectáculos, servicio de guías, trabajando en hoteles, restaurantes, o aquellos espacios destinados al turista, especializando a la población solamente al servicio, volviendo a la actividad turística prácticamente como la actividad principal del lugar, olvidando aquellas actividades locales que dieron origen al asentamiento. Este montaje de escenografía es lo que llegamos a ver en redes sociales, el turista no cuestiona la autenticidad de lo que ve o consume, mientras satisfaga su necesidad de entretenimiento y ocio. La mayoría de los presupuestos de activación turística de los sitios van orientados a mejorar la imagen urbana a la satisfacción del turista, aunque el visitante sea el motor de la economía local, tiene una estancia temporal, dejando espacios inactivos dentro del pueblo que solo se reactivan cuando vuelve el fin de semana o los periodos vacacionales. La pandemia de COVID-19 evidencio cuando los sitios turísticos y población están sobre especializados, durante la pandemia se dieron noticias que describían algunos destinos como “pueblos fantasma” debido a que las calles lucían vacías y los comercios cerrados. Está de sobra aclarar que no se trata de pueblos deshabitados, simplemente se cerró al turismo, pero debido a la sobre especialización de los centros históricos al mercado turístico lucen vacíos porque no hay turista que vaya ni comercio que sea de utilidad para la localidad.
Ilustración 3: Vista de la calle peatonal en Bernal durante el aislamiento por la pandemia. Foto: https://www.elsoldemexico.com.mx/circulos/turismo/bernal-de-pueblo-magico-a-fantasma-5010622.html
Conclusión
Los centros históricos y las experiencias culturales cuando se ven rebasados por la masificación y el mercado producen trasformaciones urbano-arquitectónicas que cambian radicalmente el contexto físico y social de los destinos, empieza un proceso de terciarización, las actividades dentro de las áreas rurales y suburbanas los inserta al mundo globalizado, al atender las demandas de los visitantes, borrando poco a poco todas las cualidades culturales con las que contaba el sitio. El estado presenta al turismo como vía para traer mejores condiciones económicas y sociales para las localidades, cuando debería presentarse como un modo alternativo de desarrollo, sin desplazar las actividades económicas ya establecidas. Solo un sector de la población logra adaptarse e insertarse al mercado turístico, mientras otro sector no logra entrar en la dinámica.
Cada vez la oferta del mercado turístico es más exclusiva, provocando que la oferta tiende a estar cada vez más en manos de inversionistas con capitales mayores y conceptos más exclusivos por lo tanto el crecimiento económico que promete el turismo en ocasiones es selectivo, solo para aquellos que pueden competir en el mercado. Esta promoción desmedida pone en riesgo a la población originaria como generadora patrimonio cultural e histórico del sitio, sustituyéndolo por una cultura del turismo. Sería importante llevar a cabo un proceso de desaceleración de la actividad turística para frenar la urbanización acelerada de los sitios, así como la radical transformación de los entornos tradicionales y el desapego a las expresiones culturales. No se trata de eliminar al turismo, se trata de buscar estrategias planificadas de organización de la actividad, para evitar la amenaza de la masificación provocada por la activación turística desenfrenada, debido a la promesa del desarrollo económico.
Bibliografía
Blanco-Romero, A. & Sekulova, F., 2020. Critica Urbana, DECRECIMIENTO E INDUSTRIA TURÍSTICA, ¿UN OXÍMORON?. [En línea] Available at: http://criticaurbana.com/decrecimiento-e-industria-turistica-un-oximoron [Último acceso: 10 septiembre 2022].
González-Varas Ibáñez, I., 2014. Las ruinas de la memoria: Ideas y conceptos para una (im)posible teoría del patrimonio cultural. 1ra ed. México: Siglo Veintiuno Editores.
Hiernaux - Nicolas, D., 2002. ¿Cómo definir el turismo? Un repaso disciplinario. Aportes y Transferencias, 6(2), pp. 11-27.
Lombardo, S., 1997. El patrimonio arquitectónico y urbano (de 1521-1900). En: El patrimonio nacional de México II. México: FCE, Conaculta, pp. 198-240.
Rosales, P., 2020. El Sol de México, Turismo, Bernal, de Pueblo Mágico a fantasma. [En línea] Available at: https://www.elsoldemexico.com.mx/circulos/turismo/bernal-de-pueblo-magico-a-fantasma-5010622.html [Último acceso: 09 Septiembres 2022].
UNESCO, 2019. Organización de las Naciones Unidas para la Educación de la Ciencia y la Cultura. [En línea] Available at: https://es.unesco.org/ [Último acceso: 15 mayo 2019].
Acerca del Autor
Arquitecto licenciado por la universidad La Salle Ciudad de México, con maestría en Arquitectura por la UNAM, en el campo de conocimiento de ACT. En la práctica profesional se ha desenvuelto principalmente en el campo de la conservación y restauración de patrimonio arquitectónico y en el diseño. Los temas en los que se desarrolla son en el estudio del patrimonio, sus usos, los criterios de valor y el estudio de la actividad turística, las transformaciones urbano-arquitectónicas por la activación turística en destinos rurales de valor histórico; ambos abordados desde un enfoque crítico y de la participación ciudadana como herramienta metodológica.